TIERRA de PESADILLAS

Sábado por la noche. Se oye el ruido de la gran ciudad que no duerme, pero en el interior de las cuatro paredes en las que me escondo de todo, estoy apunto de nombrar al silencio el gobernador, pero el ruido camina de puntillas por la oscuridad del largo pasillo. A pesar de estar tumbada en la cama, con una luz tenue, me levanto, creyéndome valiente, consigo apagar el motor generador de ese ruido que me molesta, pero cuando me enfrento al silencio, inmenso e incómodo, me siento sola y aterrada.

Mis movimientos estaban predestinados, como si fuera una marioneta, en vez de enfrentarme al silencio escupo palabras para matar la soledad. Cada dificultad que encuentro en el camino es una semilla que siembro en la tierra de pesadillas que abono con el miedo y riego con el llanto. Tras unos días de un ritmo acelerado, decido pararme, el tiempo ha perdido su valor, hago el amago de pensar, soy incapaz, a mi alrededor un huerto oscuro, fúnebre y en mi interior un vacío inmenso. Una vida social satisfactoria, tanto que he descuidado mi persona, formo parte de un todo y yo siendo la nada, sin nada que aportar, sin nada que opinar, sin nada que ofrecer, simplemente un ente que vaga como si de una sombra se tratase. 

Cobarde, sin ganas, perezosa de tener que encontrar lo que pueda valer para rellenar mi interior, de satisfaccer las inquietudes que me pedi el corazón y restringe la razón. Sin ser consciente sigo regando y sembrando en ese terreno desconocido que durante tantos años he estado trabajando y cuando lo veo quiero quemarlo, que desaparezca en un segundo, pero hasta para eso soy una cobarde. 

Se hace el silencio, me siento cómoda, tranquila, relajada, la tierra de pesadillas no me parece tan horrible, tiene su encanto, tengo otra perspectiva, tal vez no sea el lugar perfecto, pero entre sus despojos me tumbo, no es confortable, pero tampoco angustioso, no es un palacio, pero es mío, hallada como si estuviera muerta nadie molesta, sonrio levemente, cierro los ojos, agoto mi respiración para mimar al silencio, he encontrado un lugar donde todo lo que haga es perfecto, donde no molesto, donde la desesperación pone las reglas, donde la ciudad se aleja, donde no hace falta estar vivo para ser aceptado, donde no hay leyes, solo costumbres. 

Alejada de la realidad, me doy cuenta que ese terreno forma parte de mí, no lo puedo eliminar sólo convertir en mi hogar, buscando en las pequeñas cosas esos detalles que hacen que un lugar sea diferente, tenga personalidad, confortable y sea tu seña de identidad.

*Mirar con la perspectiva adecuada en la oscuridad es aprender a andar sin tropezar* 

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Tranquilidad, maldito tesoro que no tenemos

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